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Abinader da golpe de timón a política exterior de RD

Manuel Figueroa
manuel.figueroa@listindiario.com
Santo Domingo, RD

El gobierno dominicano ha dado un sorpresivo giro a su política internacional conservadora, para asumir posiciones frontales hacia otros países con los que tradicionalmente conservaba buenas relaciones diplomáticas.

La situación se evidencia ahora con reacciones radicales hacia Haití y Nicaragua. Pero sobre todo con esta última nación, que no ejerce mayores grados de atracción para República Dominicana en la geopolítica voraz de nuestra órbita.

Pocas personas de la calle deben entender la insistencia del gobierno de Luis Abinader en recurrir con hirientes calificativos, en nombre de la democracia, para criticar el proceso electoral del domingo en Nicaragua, que culminó con la victoria del actual presidente Daniel Ortega, a quien comienzan de tildar de dictador.

Ya el país centroamericano había protestado “enérgicamente” el 7 de julio pasado ante lo que definió como “insólitas declaraciones” de la República Dominicana, condenando la detención de dos aspirantes presidenciales de la oposición en el país centroamericano, que celebró sus elecciones generales el domingo 7 de este mes.

“Ante las insólitas declaraciones suyas sobre asuntos internos que solo conciernen al pueblo y Gobierno de Nicaragua, protestamos enérgicamente en nombre de la decencia, la soberanía, la no intromisión, no injerencia, y no interferencia, que de acuerdo a todas las Cartas Internacionales que rigen la vida soberana entre los Estados, nos debemos”, señaló el Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua, en una nota dirigida al canciller Roberto Álvarez.

La crisis de Haití
Otra posición del gobierno de Abinader que nos atañe directamente y cuyo notable esfuerzo ha merecido un amplio respaldo del liderazgo nacional, es la relacionada con la crisis que padece Haití, el país más indigente del continente y uno de los más pobres del hemisferio.

El gobierno de Abinader se presenta en ocasiones como un Quijote ante la comunidad internacional, clamando con vehemencia una colaboración que raya en ocasiones con la diplomacia bilateral y que ya han padecido sus antecesores.

En su discurso ante la Asamblea General de la ONU el 22 de septiembre Abinader fue patético: “Quiero decirlo hoy de la manera más sincera y fuera del lenguaje diplomático… es imperativo manifestar, de la manera más firme y tajante posible, que la comunidad internacional no debe, ni puede, abandonar al pueblo haitiano en este momento en que los niveles de inseguridad lo están llevando a su autodestrucción”.

El mandatario alertó que ante la división actual que existe entre el liderazgo haitiano y la peligrosa presencia de bandas criminales que controlan una buena parte de su territorio, los haitianos por sí solos no podrán pacificar su país y mucho menos garantizar las condiciones para establecer un mínimo de orden.

Consideró que lo más importante e inmediato es la seguridad en Haití, y que solo después de haberlo logrado, pueden llevarse a cabo unas elecciones libres, justas y confiables.

Los duros planteamientos de Abinader solo encontraron la solidaridad de los gobiernos de Panamá y Costa Rica, con quienes posteriormente firmó un acurdo el 20 de octubre.

China y Venezuela
Otras posiciones del gobierno de Abinader, que llamaron poderasamente la atención y que demarcaron su política internacional desde sus inicios, fueron los casos de la República Popular China y la República Bolivariana de Venezuela.

El país presenció con asombro cuando el mandatario al demarcar su política exterior en el discurso de toma de posesión el 16 de agosto de 2020, expresando que fortalecería las relaciones estratégicas con Estados Unidos, principal socio comercial, donde residen más de dos millones de dominicanos.

Además, que seguiría vigorizando las relaciones con todas las regiones del mundo, incluida la Unión Europea, especialmente los socios españoles, y por supuesto redoblando los esfuerzos para ser un actor de transformación económica y promotor de la democracia y valores en América latina y el Caribe.

Desde ese momento las relaciones que se establecieron el 1 de mayo de 2018 con China, se mantuvieron pero comenzaron a enfriarse con altas y bajas.

Abinader sostuvo que en términos de inversiones, las empresas chinas podrían realizarlas en áreas que no sean estratégicas para la seguridad.

Sería necesario el tortuoso proceso para obtener las vacunas contra el Covid-19, para que nuestras autoridades volvieran las miradas hacia el Gigante Asiático.

En el caso de Venezuela el cambio de las relaciones diplomáticas no fue menos impactante.

Desde 2019 las relaciones se habían deteriorado con el voto de República Dominicana ante el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) de no reconocer la legitimidad del gobierno de Nicolás Maduro.

El gobierno de Abinader mantuvo esa política y llegó a pensarse en una ruptura con el gobierno de Maduro, al no reconocer a la Asamblea Nacional venezolana elegida en las elecciones del pasado diciembre, por considerar que carecieron de garantías democráticas.

No obstante, en enero República Dominicana dejó de reconocer a Juan Guaidó como jefe de Estado interino de Venezuela, cuando terminó su mandato de presidente de la Asamblea Nacional, y planteó una salida mediante el diálogo.

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