Los desecharon del béisbol pero se hicieron profesionales
Desde pequeños a muchos niños dominicanos se les inculca que el béisbol es el trampolín para alcanzar el éxito, la fama y el dinero, pero de miles que practican el deporte, solo del 2 al 3% de los que firman con un equipo, llegan a las Grandes Ligas.
Menos de 900 dominicanos han logrado en toda la historia ser Grandes Ligas y cuatro exaltados al Salón de la Fama de Cooperstown.
La deserción escolar, la frustración, viajar de forma ilegal son decisiones erróneas en las que incurren numerosos frustrados prospectos, aunque otros se enfocan en la educación y los negocios.
Robinson Medina y Radhamés Valerio fueron sacados del terreno del juego por problemas de salud, pero se reinventaron y “la botaron por los 411” con la educación, como médico, ingeniero y emprendedores. El segundo ya estaba firmado con Los Rockies de Colorado.
Como elementos comunes tienen que sintieron que “el mundo se les desplomó”, pero el apoyo familiar, la fe y la educación los empujaron a seguir adelante.
Robinson Medina
A este joven, criado en un barrio de Villa Duarte, Santo Domingo Este, con su madre, su abuela materna y su hermano pequeño, con una estatura de 6 pies y una pulgada, izquierdo, de alto rendimiento, a los 16 años, al ser evaluado para una posible firma, el médico le comunicó de una afección en el corazón que le impedía seguir jugando.
“Yo estaba en la liga de béisbol La Javilla, desde los ocho años. Estudiaba en el Instituto Politécnico Pilar Constanzo (institución católica), ya en tercero de bachillerato tuve que bajarle un poco a los ejercicios. Se me disparó la presión, ya estaba buscando la firma y el médico y mi mamá me dijeron que no podía jugar. Tenía como 15 a 16 años”, explica Robinson, no desde una sala de consulta como médico graduado en la UASD, sino desde una pequeña imprenta que instaló con su hermano, graduado de mercadeo, en la avenida San Martín, en la Capital.
Sueño frustrado
El veredicto médico le derrumbó todo su sueño, sobre todo el de comprarle una casa a su madre, que sigue siendo una meta pendiente. “Yo jugaba desde muy chiquito y a uno lo que le inculcan es que te van a firmar. Uno nunca piensa que no va a llegar y mucho menos que un problema de salud es que te lo va a impedir. A mí se me derrumbó el mundo, porque a esa edad tú no piensas en estudiar ni nada, tú lo que piensa es jugar pelota”.
Sus emociones se vieron afectadas por un tiempo y con el apoyo familiar y de su iglesia (católica), empezó a recapacitar y a sentir la necesidad de ayudar a los demás y decidió convertirse en médico.
Las precariedades económicas han sido las principales limitantes, “mi mamá siempre me apoyó. Desde el principio, a pesar de que en ese momento yo no entendía el costo de la carrera de Medicina. Me dijo si eso es lo que tu quieres, estudiar, vamos a echar para adelante”, fue la respuesta de una ingeniero agrónomo soltera con un salario que no llegaba a los RD$15,000 mensuales.
Robinson se graduó como médico, hizo una pasantía en una Unidad de Atención Primaria, donde ofreció un servicio que le permitió ayudar a pacientes en la detección temprana de algunas enfermedades.
También estuvo en el hospital Darío Contreras, pero no logró ser nombrado y las carencias económicas le fueron despertando la vena artística de publicista y diseñador gráfico, donde con orgullo se gana el sustento de su esposa e hija, aparte de ayudar a su progenitora.
Echó a un lado el sueño de ser cardiólogo y se prepara para una maestría en administración hospitalaria y un posgrado en fisioterapia. Tiene dominio del idioma inglés y saca tiempo de su iglesia y los grupos juveniles.
Radhamés Valerio
También procedente de una familia de escasos recursos, Radhamés tuvo un empuje en el deporte que Robinson no alcanzó, pero la vida lo sorprendió con golpes fuertes y pese a ello, está a un año de graduarse de ingeniero en Intec.
Radhamés es izquierdo, aunque su contextura física no era la mejor, lanzaba muchos strikes, lo prepararon físicamente y a los 17 años fue firmado por los Rockies de Colorado, con un bono de 100,000 dólares.
“Entré en la parte profesional, cumplí esa parte del sueño, pero lanzando en un juego me resbalé y el hueso del codo se me fracturó. Duré un año en rehabilitación. Luego volví a lanzar, me fue mejor, pero al tener un año pausado ya no tenía la misma atracción”, por lo que el equipo le dio de baja.
Siguió un año buscando otro contrato, hasta con los japoneses y no lo logró. Al regresar al país, su madre, que estaba muy enferma, falleció de un infarto, luego perdió a sus dos abuelos, todo en menos de dos años.
“El proceso fue fuerte, no se lo voy negar, entré en una pequeña depresión. Yo sabía que estaba en depresión, porque yo comía y no me aprovechaba, seguía delgado, pero ya después que aprendí a vivir con eso y lo superé, sabía que era depresión, en ningún momento yo me quedé estancado. Eso yo se lo atribuyo a mi familia, que hemos venido de muy, muy abajo”.
Cuatro becas
Este joven polifacético ha obtenido cuatro becas por la Major League Baseball (MLB), con las que se ha especializado como maestro de inglés, graduado en administración aeronáutica y ahora cursa la carrera de ingeniería industrial en Intec.
Aunque no estaba ya con los Rockies de Colorado, según Valerio, el equipo lo recomendó por su “perfil, disciplina y ética del trabajo” para ser favorecido con un programa de becas que tenía la MLB.
En cada uno de los programas tuvo alto índice, como en administración aeronáutica, carrera que duró dos años y fue el estudiante de honor que dio el discurso central.
Este joven con su historia solo quiere que otros no vean que el fracaso es para siempre, sino que deben aprovechar cada oportunidad con sus vicisitudes.
GRANDES LOGROS
Por sus méritos.
Las evidencias de su rendimiento académico hicieron que la MLB le pagara sus estudios de ingeniería en Intec, permitiéndole trabajar como profesor de inglés.
“La MLB nunca me ha puesto objeción por trabajar y estudiar siendo becado. Yo trato de dar lo mejor de mí en todo momento. Si tengo que pasar un día sin dormir por tratar de cumplir con todo, lo hago, porque hay que darle gracias a Dios por todo lo que me ha permitido” dice el joven vicepresidente del comité de la carrera de ingeniería industrial.